La inversión social está ganando terreno en América Latina. Aunque el ecosistema todavía es incipiente en la región, cada vez son más los inversores, organizaciones sin ánimo de lucro, fundaciones, startups, emprendedores, organismos públicos y privados que lideran iniciativas de inversión de impacto para enfrentar los problemas colectivos y ambientales que afectan a la población latina.
Históricamente, las donaciones han sido el vehículo de financiamiento más utilizado para la realización de programas y proyectos con fines socioambientales. Sin embargo, el apoyo financiero de los inversores de impacto se ha convertido en una alternativa para la ejecución de estas iniciativas y ha tomado fuerza en los últimos años.
Tan solo de 2018 a 2019, los inversionistas de impacto destinaron más de 600 millones de dólares a través de 619 inversiones en Latinoamérica, de acuerdo con datos del Aspen Network of Development Entrepreneurs (ANDE) y de IMPAQTO. Hasta ahora, Latimpacto tiene el registro de 83 inversionistas de impacto en la región, de los cuales, el 60% están basados en el continente.
A raíz del impulso que está teniendo, la inversión social se ha convertido en uno de los motores que impulsan y fomentan la innovación social en diferentes formas y niveles, tanto en organizaciones como startups y organismos que integran el ecosistema.
Recordemos que a diferencia de las inversiones tradicionales, la inversión de impacto, también conocida como venture philanthropy, busca y prioriza el beneficio social o ambiental por encima del retorno económico. Es una tesis de inversión que orilla a los actores del ecosistema a desarrollar programas, iniciativas y soluciones innovadoras con impacto socioambiental para acceder a estos recursos y acelerar el impacto. De esta manera, la inversión social juega un papel importante en el fortalecimiento de las organizaciones, empresas y emprendimientos con propósito social.
¿Cuál es la razón? Actúa como vehículo de financiamiento y catalizador de innovación para impactar la vida de las personas en zonas vulnerables, y así lograr tanto el desarrollo de la región como la formación de sociedades más justas e inclusivas. En este sentido, el Banco Mundial considera en su informe “Nuevos enfoques para cerrar la brecha fiscal”, que la inversión social y en infraestructura puede convertirse en un motor clave para el crecimiento y prosperidad compartida. De ahí la necesidad de incrementar la participación de inversores de impacto en conjunto con la filantropía, organizaciones sin ánimo de lucro, startups, sector público y privado.
La innovación social no resulta exclusiva de ningún sector ni persona, sino que puede provenir tanto de los organismos públicos o privados como de un individuo o del mundo académico y comunitario.
Por eso, hoy nos encontramos ante un ecosistema de innovación compuesto por diferentes actores que están desde su trinchera aportando a resolver los problemas sociales que nos aquejan.
De acuerdo con el estudio “Inversión social e impacto: Casos y tendencias en América Latina” elaborado por Latimpacto (2021), dentro de este ecosistema también encontramos a las organizaciones sin fines de lucro, quienes lideran las iniciativas de inversión por impacto en la región.
Las fundaciones son otro de los actores que impulsan la inversión social y el impacto, ya que llegan a conectar el sector público con el privado. En el ecosistema también participan filántropos tradicionales, empresas, organismos multilaterales y de cooperación internacional, e incluso algunas family offices. La academia y el sector público son los actores que menos participan, aunque tienen muchas oportunidades para hacerlo.
Considerando que los desafíos que enfrentamos como región aún son grandes, necesitamos proyectos con alto impacto social, de manera que el crecimiento y fortalecimiento del ecosistema de innovación social en Latinoamérica, es tarea de todos.
Afortunadamente existen organizaciones sociales y startups que trabajan para atender las necesidades de la población más vulnerable, para impactar la vida de millones de niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos en la región.
A continuación te presentamos cinco de éxito:
Esta organización apostó por la innovación social para mejorar la educación de niños, niñas y jóvenes en el ámbito socio emocional.
Actualmente, en Chile, existe una tensión entre las sugerencias entregadas por el Ministerio de Educación a los docentes chilenos para que aborden los aprendizajes socioemocionales y la falta de tiempo para implementarlas, además de la carencia de material sistematizado para su aplicación orgánica en el diseño y la planificación de las clases.
Frente a esta problemática, surge Planeta Mustakis, plataforma virtula con más de 100 cursos orientados a docentes para mejorar sus prácticas y con recursos educativos que incorporan fichas de articulación curricular, asociando cada curso de la plataforma con asignaturas y niveles específicos y las competencias de CASEL, fichas de fomento a la comprensión y la exploración socioemocional y rutinas de pensamiento y/o sugerencias de implementación.
Este proyecta es innovador en la medida que mediante la incorporación de TIC´s en el aula, permite la implementación de metodologías activas como “aula invertida”, o experiencias híbridas diseñadas creativamente por los docentes a partir de las sugerencias de la plataforma.
Laboratorio Vivo surge como una iniciativa del equipo de UW Colombia junto a Dividendo por Colombia con la hipótesis de trabajar exclusivamente de trabajar con los maestros del país entendiendo su rol como mediador y multiplicador del impacto social en educación. Así se el laboratorio vivo de Bogotá. Ahora bien, desde Antioquia se dieron cuenta que tener solo el espacio físico en Bogotá iba significaba una caducidad en el éxito del proyecto en la medida de que no se podía replicar en otras regiones. Así surgen en Antioquia las escuelas laboratorios, las que buscan llevar ese laboratorio de innovación, su metodología, directamente a las instituciones, creando un ecosistema que implicaba no solo los laboratorios vivos como espacio físico sino también la red de instituciones educativas que querían ser un laboratorio vivo directamente desde sus territorios.
La innovación social no solo viene de las organizaciones sociales, también del mundo académico, y MOV es ejemplo de esto.
MOV está dirigido por una académica de la Universidad de Talca (Chile) y se trata de un dispositivo poco invasivo que ayuda a personas con discapacidad visual a caminar de manera más segura y práctica, mediante una banda que se coloca en la cabeza, dejando libres las manos y brazos al no ser necesario el uso del bastón y facilita el desplazamiento de las personas.
La banda sensorial MOV funciona aprovechando la eco-localización, es decir, emplea las pequeñas vibraciones que emiten los objetos, las cuales son captadas por sensores ultrasónicos en la parte aurículo craneal y en el hueso occipital (nuca), permitiendo determinar su ubicación, ya sea como espacio monocular (como si fuese realizada por un solo ojo) o binocular (como si fuese realizada por ambos ojos).
Las startups latinas también están haciendo esfuerzos para combatir los problemas sociales que enfrenta la población latina. Tal es el caso de Afinidata, una empresa que apostó por buenas prácticas para el cuidado y crianza de los niños.
Para esto desarrollo un tutor virtual -chatbot de inteligencia artificial- que recomienda a los cuidadores actividades y juegos seleccionados de acuerdo con la evidencia de desarrollo infantil temprano. El tutor virtual recibe información sobre el desarrollo de los niños y usa algoritmos para seleccionar las actividades más apropiadas que se ajusten a las necesidades de los niños.
Al darse cuenta de que aproximadamente el 50% de los niños y niñas de habla hispana no entienden lo que leen, esta empresa creó una app y plataforma digital que mejora las habilidades de comprensión lectora para estudiantes de entre 6 y 18 años de edad.
La plataforma también brinda a los docentes material educativo y reportes del desempeño de sus estudiantes, además de que permite que los padres de familia se involucren en la educación de sus hijos.
Si bien Beereaders es un ejemplo de innovación educativa, actualmente están desarrollando proyectos con impacto social, en el marco del Desafío ChildTech 2022, lo que les permite a través de su solución, generar innovación social también.
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